“Mi experiencia con la Maternidad”

Publicado el 7 de octubre de 2016

El embarazo irrumpe lo cotidiano desde adentro, desde la experiencia del propio cuerpo de la madre hasta la interacción de los cuerpos en la pareja, por lo que ambos padres vivencian, desde la biología, un cambio profundo y significativo en sus vidas. El comienzo de esta metamorfosis en el cuerpo y los meses de espera, permitirán la experiencia de ir construyendo en conjunto las funciones parentales. Son meses de ensoñación y de anhelo de cómo será ese hijo e hija que viene, pero también de aceptación de este cambio profundo y de preparación para convertirse en madre y padre. El cuerpo, sin palabras, nos enseña y prepara psicológicamente sobre la crianza.

A la madre, la función de sostener, contener, alimentar y cuidar. Al padre, el aprendizaje de que gracias a su protección y apoyo, se logra la armonía que permita la sintonía de la madre para captar la necesidades El embarazo irrumpe lo cotidiano desde adentro, desde la experiencia del propio cuerpo de la madre hasta la interacción de los cuerpos en la pareja, por lo que ambos padres vivencian, desde la biología, un cambio profundo y significativo en sus vidas.

El comienzo de esta metamorfosis en el cuerpo y los meses de espera, permitirán la experiencia de ir construyendo en conjunto las funciones parentales. Son meses de ensoñación y de anhelo de cómo será ese hijo e hija que viene, pero también de aceptación de este cambio profundo y de preparación para convertirse en madre y padre. El cuerpo, sin palabras, nos enseña y prepara psicológicamente sobre la crianza. A la madre, la función de sostener, contener, alimentar y cuidar. Al padre, el aprendizaje de que gracias a su protección y apoyo, se logra la armonía que permita la sintonía de la madre para captar la necesidades del niño o niña.

El hecho de vivir con diabetes suele generar una conciencia y noción constante de cómo funciona y se comporta el propio cuerpo en diversas situaciones, relacionándose este conocimiento con el cuidado del mismo. La persona con diabetes, al ser madre, conjuga la sabiduría del cuerpo respecto a cómo éste le va enseñando a cuidarse a sí misma y cómo ir aprendiendo a cuidar de otro desde lo más íntimo.

Creemos valioso conocer la experiencia de María Elisa Puig Lanas, socia de la FDJ que también es mamá, agradeciendo su generosidad al compartir su testimonio, que sin duda enriquecerá a aquellas que son o serán madres en un futuro.

Mi experiencia con la maternidad

“El ser madre personalmente, es un sueño cumplido, es algo que siempre desee, una vivencia que desde muy pequeña sentí parte esencial de mi existencia y para algo que me sentía preparada desde muy pequeña, quizás el tener una hermana bastante menor y de la que de alguna forma me hice parte de su cuidado, ayudó a despertar en mí ese sentimiento maternal tan fuerte, pero a la vez tan natural.

Por lo mismo cuando me diagnosticaron diabetes, a la edad de 20 años, fue una de las primeras preguntas que le hice al médico, si es que con diabetes podría ser mamá. Su respuesta fue positiva, sin embargo, el temor y la incertidumbre siempre estuvieron presentes, y no se difuminaron hasta que no tuve por primera vez a mi hija en mis brazos, en que la vi ahí como una realidad ineludible que llenaba y ocupaba todo mi ser.

La decisión de quedar embarazada, nunca se vio determinada por mi diabetes, sentía, que a pesar de los temores y de las complicaciones que el embarazo puede significar en una mujer con DM1, la diabetes no me iba a limitar, la decisión pasaba, como para cualquier persona, por desarrollos personales, relaciones de pareja, experiencias, etc.

Sin embargo cuando con mi marido decidimos tener a nuestra hija, el tema si comenzó a dar vueltas en mi cabeza, no como una limitante en mi caso para el embarazo, pero sí como una inquietud, una incertidumbre que me costaba enfrentar. Recuerdo que, para mi marido sí fue una cuestionante, temía más que las complicaciones mismas del embarazo, que nuestra hija, dada su carga genética, pudiera verse afectada en su desarrollo y futuro, por alguna enfermedad, recuerdo que ése era su mayor temor, sin embargo para él la diabetes en sí tampoco fue una limitante.

Hoy que mi hija está por cumplir 2 años, puedo decir que mis emociones o sentimientos respecto a la maternidad y nuestra relación tiene que ver en primer lugar con el amor más grande que uno como persona pueda experimentar, un amor que te hace sentirte viva, con un propósito en esta vida. Y, en segunda instancia es orgullo; por tener a mi hija conmigo, sana y feliz y por haber enfrentado un embarazo de muy buena forma, a pesar de todas las complicaciones que te dicen que existen. Orgullo por haber hecho bien la “pega”, pero creo que como todo padre o madre, sigue y quizás siempre estará la incertidumbre por saber si efectivamente estoy haciendo bien como madre y si el día de mañana mi hija será una mujer íntegra, fuerte, buena y con compromiso por sus pares y su entorno.

Durante el embarazo las emociones son cambiantes y uno va viviendo un día a día muy dinámico, recuerdo que los primeros meses los enfrenté con mucho temor a poder enfrentar bien el embarazo a no hacer nada que pudiera generarle un daño a la guagua, a equivocarme y que el error generar consecuencias terribles. Recuerdo que a pesar de que siempre conté con la guía y tranquilidad de mi diabetólogo, es difícil convencerse que uno puede hacer bien las cosas y que se puede enfrentar un embarazo sin complicaciones. A ratos pasaba por fuertes episodios de culpa, por ejemplo, si había días que mi autocontrol andaba por las nubes y no lograba conseguir glicemias dentro de los rangos normales, me sentía con mucha culpa de que por eso mi hija pudiera sufrir algún daño. En ese mismo sentido vivía el embarazo con una enorme carga y responsabilidad, sentía en mis hombros toda la responsabilidad de sacar adelante mi embarazo y a pesar de contar con todo el apoyo y comprensión de mi marido y mi familia, sentía que yo era la responsable total y que fallar significaba fallarles a ellos también.

Esos primeros meses fueron bien complejos la verdad, ahora con la distancia uno tiende a quitarle importancia, pero fue una época dura, por suerte en mi caso no estuvo acompañada de síntomas ni malestares físicos, siempre me sentí muy bien durante el embarazo, pero la carga emocional era muy fuerte.

Creo que lo que me hizo el “clic” en el sentido positivo fue una ecografía que me hice a las 12 semanas. Ésta resultaba clave, pues se podría visualizar el feto en su integridad y ver si efectivamente estaba bien formado y su desarrollo iba bien encaminado. Recuerdo que en la eco se veía mi guagua prácticamente bailar en mi útero, con una fuerza y energía impresionante, se veía perfecta, completamente formada, con sus bracitos, sus piernas, su carita, fue tan emocionante verla así tan perfecta, tan llena de vida, pero a la vez tan pequeñita (media como 6 cm.), que ahí me di cuenta que no tenía sentido seguir temiendo, que al contrario, debía estar feliz por mi pequeña que crecía sana en mí y seguir haciendo todo lo mejor posible para que ella y yo viviéramos de la mejor manera posible el embarazo.

A partir de ese momento gocé mi embarazo como jamás lo hubiera pensado, seguía con miedos e incertidumbres, pero la felicidad y la emoción fueron más fuertes, jamás me volví a sentir triste, no me afectó como quizás a otras personas, los cambios en mi cuerpo, no viví estados de ánimo cambiantes, estaba absolutamente feliz y me sentía plena.

En cuanto a las precauciones o preparaciones, efectivamente mi autocontrol fue muy riguroso, no dejé de comer cosas o cambié mayormente mi dieta, pero sí me preocupaba de llevar lo mayor posible el control de mis glicemias y las reacciones en mi cuerpo. Estuve muy atenta a los ajustes de dosis que debía hacer periódicamente, seguí con rigurosidad los consejos de mi médico, que tuve la suerte de tener como una guía permanente y si bien no me limité en cuanto a comidas, tampoco sentí la necesidad de escaparme de la dieta, siento que todo mi cuerpo estaba concientizado en el estado que estaba enfrentando y sabía que era mejor seguir siendo ordenada.

En cuanto a las rutinas, el trabajo, la vida familiar, la vida social, nunca se vieron afectadas, si bien los primeros meses los viví con mucho temor, la verdad es que fueron sentimientos que me guardé y buscaba disimular, pero una vez se disiparon los miedos, seguí viviendo plenamente y feliz, nunca busqué, ni deseé un trato especial por estar embarazada y menos aún por ser diabética.

Con respecto a mi vínculo con mi hija, la verdad, es que creo que como cualquier madre, este es muy fuerte, es una amor indescriptible, sin embargo sí creo que hay algo que la diabetes marcó en ese vínculo, es como dije anteriormente, el orgullo. El orgullo de sentir que gracias a mis cuidados y preocupación, pude dar vida a una hija sana, feliz, que no tuvo ninguna complicación ni contratiempo en su formación, ni al momento de nacer. Por otro lado, aunque parezca raro, no me complican mayormente las enfermedades, mi hija tiene asma bronquial y hemos tenido periodos de bronquitis bien complejos, pero no me generan mayor aprehensión, quizás al yo ser diabética, sé que se puede vivir con las enfermedades y combatirlas, sé que la única manera de recuperarse es enfrentándolas, por eso no me “hecho a morir” y no me preocupan demasiado.

Y con respecto a mí y mi control de la diabetes, creo que la maternidad ha sido muy positiva, pues la diabetes dejó de ser el centro de mi vida, dejó de ser mi única y gran preocupación, hoy tengo claro que debo seguir cuidándome igual y mejor, para tener una buena calidad de vida y disfrutar a mi hija, pero ella y su cuidado son hoy mi mayor preocupación y mi principal foco en la vida. Durante el embarazo a veces temí por no poder mantener un buen autocuidado y cuidar bien a mi hija, como verme sobre pasada por ambas tareas, pero la verdad la superposición de mi hija por sobre todo, ha sido tan natural, que no me he cuestionado, ni me ha complicado nada.

En término de valores, creo que la diabetes sí te entrega oportunidades importantes y me interesa transmitírselas a mi hija y por tanto forman parte fundamental de mi crianza. Creo que es fundamental transmitirles a los hijos la importancia de quererse a sí mismos, de velar constantemente por nuestro bienestar y de quienes nos rodean, de conocerse también y saber cuales son nuestras capacidades, limitaciones y necesidades.

Finalmente, creo que la diabetes me ha dado una gran oportunidad de poder ayudar a otros, de aprender a ser solidarios y más conectados con nuestro entorno, más allá del mero discurso social o de la ideología que uno pueda tener en torno al tema, por eso por ejemplo, agradezco cuando la FDJ me invita a hablar desde mi testimonio en las Sesiones Familiares y me interesa involucrar a mi hija a medida que vaya creciendo, para que ella entienda que vivimos en una sociedad en la que no cuesta mucho darle la mano al otro, ayudarlo en un momento difícil y finalmente la ganancia y la gratificación es tanto para uno como para el ayudado.

Mi hija aún es pequeña, y por tanto no entiende ni cuestiona cuando ve a su madre inyectándose o midiéndose la glicemia, pero me interesa que a medida que vaya creciendo, lo asuma como algo natural de mi vida y que ella se transforme, así como yo en una promotora del autocuidado y de enseñarle al resto que con diabetes se puede vivir bien, feliz y sin mayores limitaciones”.

Trinidad López
Ximena Fantuzzi
Equipo Psicología FDJ

Mª Elisa Puig Lanas
Historiadora, Periodista, Diabética Tipo1 y Mamá.

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