Diabetes más que una compañera – Antonia

Publicado el 4 de agosto de 2020

La primera vez que comprendí que padecía de diabetes fue cuando tenía alrededor de los cuatro años. Pese a ser uno de los pocos casos nacidos con diabetes, desde muy pequeña supe la importancia de medirme la glucosa constantemente y por ello intentaba replicar dicha cotidianidad, cada vez que jugaba a medir la glucosa a mi osita de peluche y dicho juego lo comprendía con completa normalidad típica de la niñez. Aquello solo fue el comienzo. 

Al momento de nacer, uno ya viene con un desafío por cumplir que es tener la capacidad de emplear sus dones o talentos que lo hace diferente. En mi caso no sería la excepción. Mi nombre es Antonia, tengo dieciséis años y vivo en Santiago junto a mi familia. Mi don o talento, no me hace tan diferente a los demás, ya que este es escribir, y es algo que me gusta mucho, además de tocar piano, entre muchas otras cosas más.

Simplemente soy un poco diferente a los demás en otro sentido, no por ser diferente  físicamente; si no que padezco una enfermedad que me acompañará por el resto de mi vida. Pero esta enfermedad no afectará tanto físicamente si no que influirá una vez más en lo que es realmente vivir y compartir, porque esta es mi mejor amiga, llamada diabetes.

Esto es solo el comienzo de una nueva aventura que cambiaría mi vida para siempre. 

En busca de una nueva esperanza

Cuando nací me diagnosticaron diabetes mellitus tipo 1 (DM1). Una enfermedad muy poco conocida, que afectaba en ese entonces al 1 de cada 5 personas en Chile. Mi enfermedad, debido a que era muy poco conocida, era difícil de creer. Nadie pensaba que a tan temprana edad fuera posible que se desarrollara. Además de esto se pudo ver que presentaba otras patologías asociadas a la diabetes como: una cardiopatía congénita, hipotiroidismo e insuficiencia pancreática exocrina que más tarde se conocería. Por lo cual estuve hospitalizada cuatro meses desde el momento que nací.

Sin embargo, cabe mencionar que desde entonces he tenido la oportunidad de atenderme con los mejores doctores y especialistas. Mis padres tras estos múltiples diagnósticos tomaron la decisión de buscar una nueva forma de vivir o más bien una nueva esperanza, que los ayudara a enfrentar todo tipo de adversidades que vinieran a futuro para conmigo y mis enfermedades. 

La diabetes no me impedía nada o casi nada, sino que siempre debí tener un estilo poco diferente a los demás, como comer solamente productos light o sin azúcar, tener que inyectarme insulina cada vez que fuese necesario; tener en caso de emergencia siempre algunos dulces y realizar ejercicio de forma moderada. Pero sin embargo nunca dejé de sonreír.

La diabetes para mí nunca fue una enfermedad, sino una condición que hay que aprender a aceptar, conocer bien y por sobre todas las cosas, respetar, porque es una compañera que te enseña a como aprender a vivir de una manera un tanto diferente. 

Además, con el paso del tiempo se tomó la decisión de que debería ser socia de una fundación que abriría un nuevo mundo que debería empezar a conocer mejor mi condición y como cambiaría mi punto de vista a futuro. 

 II Ocultar un secreto

Cuando comencé a asistir al colegio, siempre tuve que indicar que tenía diabetes. La verdad me sentía muy incómoda al decir que tenía una condición especial y que diferente a los demás, así que no fueron momentos gratos. 

Además, siempre sentí ese miedo a que las personas que conocía me criticaran o me rechazaran, por ser diferente a ellos. Aunque solo eso ocurrió en mi imaginación, ya que siempre tuve mis compañeros y amigos que me apreciaron mucho, y por sobre todo siempre estuvieron dispuestos ayudarme en lo que fuera necesario, pese a que era y seré diferente a ellos en algunas cosas particulares.

Sin embargo, mis emociones jugaron un papel casi principal durante mi vida, ya que nunca pasaron desapercibidas, debido a que casi siempre tuve pensamientos contradictorios acerca de cómo era y de cómo sentía que me veía el mundo o aquellas que me conocían.

Simplemente fueron caprichos que sentían en ese entonces cuando veía que todos podían comer dulces, cuando presentaba la azúcar alta (hiperglicemias)o cuando presentaba bajas de azúcar (hipoglicemias). Siempre me encontraba jugando con un esplendor que me hacía sentir única y diferente a los demás, asimismo fue como pude comprender mi condición ante las preguntas de mis pares que me rodeaban. Afortunadamente, me rodeaba de personas que me querían y por sobre todo me cuidaban mucho, así que nunca estuve sola. Y fue así como también estuve dispuesta a enseñar a otros acerca de mi condición ante mi curso de preescolar.

Cuando había cumplido los 8 años comencé a ser un poco más autónoma, es decir, comencé a inyectarme sola, pero sin olvidar la vigilia de mi mamá ante la medición de unidades.

La llegada de la pubertad también marcó un antes y después, ya que la diabetes y yo nos separamos un poco y ambas jugamos en polos opuestos, es decir entre los 10 hasta los 13 años. Después de aquello nos volvimos las mejores amigas y nos apoyamos mutuamente.

Al comenzar séptimo  básico estuve muy segura de que este si iba hacer un buen año. Sin embargo, durante este momento fue clave para mí descubrir otra nueva enfermedad, que se conoció mediante uno de mis exámenes. Esta nueva patología es llamada escoliosis. La escoliosis es conocida por ser una deformidad en la columna vertebral, así que tras esto tuve que llevar un corsét ortopédico para tratar los grados de curvatura y evitar la cirugía. A dos años de haber llevado el corsét ortopédico, decidí ir a un control rutinario a revisar mi curvatura y lamentablemente las noticias no eran nada buenas, la curvatura empeoró y la única solución era someterme a una cirugía.

A comienzos de 2018, se comenzó a debatir la importancia de mi cirugía y los riesgos que ésta implicaba. Si me operaba o no, y por ello se tomó muy enserio el comportamiento de mis glicemias, mi comportamiento psicológico y los resultados de los exámenes sugeridos previamente. La cirugía se tenía planeada para enero de este año, pero debido al alertamiento de mis glicemias, error que costó muy caro, casi se cancela la cirugía y por ello tuvo que ser reprogramada para marzo de este año.

Cada día contaba las horas por entrar a pabellón. Aquello me había asustado un poco porque además no era la primera vez. Ya había entrado otras dos veces anteriormente, cuando era recién nacida, lo que realmente me aterrorizaba era que mis glicemias (hiperglicemias severas) fueran extremadamente altas a lo que ya estaba acostumbrada. Por otra parte, mis padres estaban muy preocupados por la cantidad de transfusiones que fuera a necesitar, ya que esta era una gran e importante cirugía, por lo que mi equipo médico estuvo muy al pendiente de mi situación desde que ingrese a pabellón hasta el final.

Es importante saber que cualquier cirugía en un paciente diabético ,es necesario que se instale un monitor de insulina  por lo que permite más tranquilidad al equipo, ya que puede ser programada al igual que una bomba para detener o enviar más insulina o glucosa. Aún así, sigue siendo muy importante el monitoreo de la glicemia para así evitar tanto hiperglicemias  como hipoglicemias . A pesar de todo, la cirugía fue todo un éxito, incluso pese a que fue necesario que me transfirieron dos veces sangre inmediatamente al finalizar la cirugía .

III Hablemos 

Actualmente nuestra sociedad está cambiando, y nosotros somos parte de la sociedad, donde muchas veces nos hemos sentido diferente, ya sea por cómo nos tratan o nos ven. Es decir, en más de una a ocasión se ha escuchado decir a un chico que por ser comer muchos dulces va a tener diabetes, o que por sufrir sobrepeso cuando era pequeño, entre otros casos.

La sociedad tiene una deuda tan grande respecto a la inclusión, que esta se ve reflejada cuando se padece cualquier patología o trastorno y se es discriminado de cualquier forma. Ahora bien, te puedes haber preguntado ¿Qué sentido tiene la inclusión y la diabetes? La respuesta es la siguiente:

En más de una ocasión se ha escuchado a adultos que la catalogan a la diabetes como una enfermedad terrible e incluso mortal y aunque a veces quisiéramos no negar su existencia, puede aparecer y no depende, si quisieron o no. También así a veces he escuchado a niños recién diagnosticados con DM1 y sus amigos o compañeros lo primero que dicen “Yo sé todo acerca de la diabetes, mi abuela murió de eso” o “¿Te dio diabetes por comer muchos dulces?” o simplemente “¿La diabetes se contagia? porque si es así no me quiero morir. 

Según estudios, no existe una cura exacta para la diabetes, pero con su tratamiento debe ser con una responsabilidad enorme, es decir hay que dedicar 24/7 a su cuidado. Sin embargo, gracias a los avances de la ciencia y tecnología desde sus inicios hasta la actualidad se conoce la bomba de insulina, que para muchos han logrado un mejor control e incluso les ha cambiado totalmente la vida.

Ahora volviendo a la inclusión, la sociedad muchas veces no tiene los conocimientos suficientes para referirse a la diabetes, y por ello la perciben como una simple enfermedad que puede ser mortal. Pero tanto otras personas puede que presente poco conocimiento y saber que la responsabilidad es el tratamiento adecuado.

Es importante recordar que cada persona vive diabetes a diario y a su manera, pero todos compartimos diabetes y es lo importante, saber que somos el cuidado y educación de una sociedad de cambios.

Taller de escritura creativa FDJ 2020.

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